mairie d'Arcangues
Jean Philippe Jubera

Arrangoitze

Arrangoitze ('Arcangues' en francés) es un pueblo limítrofe con dos localidades que miran al mar, Biarritz y Angelu. Esta localidad labortana cuenta en la actualidad con 3107 habitantes y se extiende a lo largo de 1700 hectáreas. Sus paisajes verdes y ondulados desprenden una sensación de armonía y calma, algo así como el justo equilibrio entre naturaleza y vida rural.

Donde el tiempo no se detiene

Arrangoitze, fundado en 1150 y cuyo nombre significa “en lo alto del valle”, tiene por lema “hemen bakea” que traducido al castellano significa “aquí, la paz”. Todo queda dicho. Ese es el sentimiento que uno tiene cada vez que vuelve a Arrangoitze, porque volver... siempre se vuelve irremediablemente.

Su bonito casco antiguo, que tal vez podría ser calificado por alguien como “idílico pueblo vasco”, se organiza en torno a la iglesia, el frontón y el ayuntamiento, como sucede habitualmente en este país. Está rodeado por las 80 hectáreas de un campo de golf. Más allá se encuentran los habitantes del pueblo, ya que en el casco antiguo tan sólo vive un vecino... ¡El cura!

Nada más entrar al pueblo lo primero que atraerá la atención del visitante es la plaza del frontón y la terraza del albergue de 'Achtal', con sus mesas de esquisto a la sombra de plataneros centenarios. Inmediatamente después, ese interés se desplazará hacia el interior de la villa, repleta de detalles arquitectónicos e históricos que merecen la pena ser observados con detenimiento.

La Arquitectura

El azul de Arcangues

El casco antiguo en su totalidad fue diseñado por el Marqués Pierre d'Arcangues y ha sido completamente reconstruido a partir de materiales antiguos. Cada pared, cada recodo, ha sido construido con mucho mimo y con materiales o esculturas muchas veces centenarias.

Este pueblo tan singular destaca por su color. En la Edad Media, los señores de Arrangoitze dieron a la villa un color azul muy particular, conocido como el “azul de Arrangoitze” que todavía colorea todas las fachadas y contraventanas de la villa. Se trata de una insignia que caracteriza al pueblo. En concreto, el marqués obtuvo en pleno siglo XX el derecho a conservar dicho color, diferenciando así a Arrangoitze del resto del País Vasco norte, donde predominan los colores verde y rojo.

El castillo

El castillo de los señores de Arrangoitze fue construido en el siglo XII. Se trata del castillo más antiguo del País Vasco. En 1636 le prendieron fuego. El segundo castillo, construido en la misma ubicación, data de la segunda mitad del siglo XVII. Este último tuvo que ser demolido para posteriormente ser reconstruido en 1900.

El Duque de Wellington, que venció a Napoleón en la batalla de Waterloo, hizo de este castillo su cuartel general durante la batalla del Errobi en 1803. Testigo de aquella época son un amplio salón de estilo inglés, una arquitectura marcadamente británica, grandes chimeneas y magníficas galerías de madera. 

Pierre d'Arcangues, presidente del Comité de Turismo y Fiestas de Biarritz durante el periodo de 1920-1930, organizó un sinfín de fiestas, galas y prestigiosos eventos de todo tipo por los que desfilaron todas las celebridades de la época : Maurice Ravel, Sacha Guitry, François Mauriac...

El castillo fue ocupado por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente Arrangoitze fue liberada por los estadounidenses a finales de agosto del año 1944. Para celebrarlo se organizó una fiesta en la plaza del pueblo a la que asistieron también diversos generales estadounidenses, así como Winston Churchill.

Desde 1992 este castillo está clasificado como 'monumento histórico'. Se puede visitar desde finales de noviembre hasta principios de enero.

La iglesia

La iglesia de Saint Jean Baptiste es típicamente vasca, con galerías de madera esculpida que datan de principios del siglo XVIII y que destacan por ser de las más bonitas de todo el País Vasco. El campanario, Monumento Histórico desde 1925, domina majestuosamente desde lo alto todo el pueblo. Una de las particularidades de esta iglesia es su capilla señorial reservada a los señores de Arrangoitze, fundadores del pueblo.

El cementerio, que tiene forma de jardín escalonado, ofrece unas bonitas vistas al mar y a la cordillera pirenaica. “Los sepulcros se reagrupan en torno a la iglesia, al igual que las ovejas lo hacen alrededor del pastor”. Posee además una bella colección de estrellas discoidales originarias de las tres provincias vascas de Iparralde y recuperadas por Pierre d'Arcangues. Las más antiguas datan del siglo XVI.

Personajes ilustres de Arrangoitze

La historia de Arrangoitze está intrínsecamente unida a la de los señores de Arrangoitze, antiguo linaje navarro que está en el origen del surgimiento de la villa. Desde su creación, hace ya siglos, hasta nuestros días, marqueses, constructores, ilustres del mundo de las letras o poetas han trabajado arduamente para embellecer y dar renombre a esta localidad. Muy apegados a sus raíces, siguen incluso en la actualidad dando brillo y renombre tanto a esta localidad como al País vasco en su conjunto.

 

El astronauta Leopold Eyharts, otro de los hijos predilectos de la villa, ha llevado hasta lo más alto la fama de Arrangoitze. Miembro de la misión franco-rusa 'Pégase', permaneció 228 días en el espacio a bordo de la estación 'Soyuz', desde julio de 1997 hasta febrero de 1998. Dio 228 vueltas alrededor de la tierra en la nave espacial, convirtiéndose así en el estandarte más galáctico de esta localidad labortana.

 

Luis Mariano era originario de una familia del País Vasco sur que buscó refugio en Francia durante la guerra civil española. Mantuvo su acento durante toda su vida cautivando a toda una generación de jóvenes. Durante los años 50 Luis Mariano fue la estrella indiscutible de las operetas, tan en boga en aquellos tiempos. Dejó su impronta en esta localidad labortana, dónde compró un caserío y vivió sus últimos años de vida como si de un “gentleman rural” se tratase. Su tumba sigue siendo decorada regularmente con flores por los fans o de los "hijos de los fans", e incluso décadas después, que no lo extrañe escuchar a jóvenes del pueblo cantar el éxito eterno de “Méxicoooo...” al final de las veladas festivas.

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